Por Margarita Ducci, directora ejecutiva Red Pacto Global Chile
“Deja que los demás den una opinión, pero jamás renuncies a la tuya”, una reflexión que hoy cobra más sentido que nunca, ya que, en el último tiempo, lamentablemente, vemos cómo la opinión distinta, la opinión divergente, la opinión mayoritaria o minoritaria, se ha transformado en una afrenta para quienes no la comparten.
Solo observando los medios de comunicación o participando en las RR.SS., vale para ser testigos de cómo el lenguaje violento y beligerante se tomó la opinión de las personas y la agenda pública.
Ya sea en lo que opinemos del retiro del 10%, la nueva constitución o el manejo de la pandemia, lo cierto es que no podemos permitir que exista violencia entre las partes porque simplemente discrepen entre sí. Las opiniones siempre se deben respetar y esa diferencia es también nuestra riqueza.
El pensar diferente y el poder expresarlo con respeto y sin miedo, en diversas plataformas, para no pocos se torna inaceptable. Si no va con el pensamiento del que lo lee, es casi un insulto, y en estos días de confinamiento y cuarentena, reviste un riesgo de agresión y pisoteo de la integridad real o virtual de quien emite su opinión. Y por favor, que a nadie se le pase por la mente opinar distinto, porque ello conllevará a que le encasillen inexorablemente en un bando u otro, en bueno o malo, en rojo, amarillo o azul, en definitiva, serás víctima de un escarnio público, sin precedentes.
La libre expresión de las ideas y el debate serio y responsable han sido secuestrados por una especie de monopolio de la opinión. Opinar con libertad y decir lo que se piensa, por supuesto con respeto, no es agresión, ni menos una guerra. Se sienten agredidos, los intolerantes, los intransigentes, quienes tienen problemas de argumentación y no están dispuestos a aceptar la diferencia.
Todos tenemos visiones personales que nos ha forjado nuestra propia historia, podemos ser un aporte con nuestras opiniones, pero hay que tener en cuenta que también existe la posibilidad de estar equivocados. Ya sea lo uno o lo otro, que ello no coarte nuestro derecho a opinar y que a nadie convenzan a pedir perdón solo por opinar distinto.
No cabe duda que hoy estamos viviendo en una sociedad polarizada y donde la crisis de las instituciones, el estallido social, el reclamo por los abusos, la pandemia y la grave situación económica, solo han profundizado las desconfianzas en la ciudadanía y la beligerancia en el lenguaje. Sin embargo, emerge una oportunidad única para repensar nuestro país, hacer una pausa, reflexionar, saber escuchar, conversar, debatir y generar un diálogo respetuoso con nuestras legítimas diferencias, donde el pensamiento crítico y la opinión, no sean vistos como un reguero de pólvora o provocación, sino más bien, un valor fundamental para construir la unidad en la diversidad y así, entre todos, con sabiduría y humanidad, saber valorar el pensar distinto.