Por Verónica de la Cerda, CEO TriCiclos y parte del Comité Ejecutivo de Pacto Global Chile
Podría decirse que la sostenibilidad y los criterios ESG están viviendo su apogeo. Son conceptos usados frecuentemente por las empresas, abundan los eventos sobre ellos y han proliferado iniciativas en el mundo corporativo que buscan relevar su importancia en sus estrategias.
Asimismo, están sometidos a un correcto escrutinio de la comunidad internacional, debido a escándalos como el bullado caso de DWS, gestora de fondos del grupo Deutsche Bank, investigado por exagerar sus credenciales ESG. Esto deja de manifiesto que el denominado greenwashing o “lavado verde” está bajo la lupa y las empresas deben actuar en concordancia a sus reales alcances en este ámbito.
Con todo, es importante hacer un alto en esta vorágine de información y enfocarnos en que nuestras organizaciones incorporen prácticas y métricas para hacer una efectiva transformación hacia la sustentabilidad, y comenzar a actuar más que hablar.
Existen diversas metodologías para llevar a cabo esta tarea y permanentemente nos enteramos de nuevos enfoques que están en desarrollo en el mundo. Esto, ciertamente, puede abrumar y hacernos dudar sobre el camino a seguir, pero no debe sacarnos del foco: incorporar métricas de sostenibilidad a nuestra gestión es esencial para dar vida a los compromisos adquiridos e ir “afinando la puntería” de las acciones que llevamos a cabo año a año.
En el caso de TriCiclos, y nuestra empresa de consultoría en ESG Manuia, una herramienta de gran valor ha sido el B Impact Assessment, la cual nos ha permitido identificar oportunidades de mejora y buenas prácticas en los ámbitos de gobernanza, trabajadores, medioambiente, comunidades y consumidores. Esta herramienta no solo es útil para quienes están en búsqueda de certificarse como Empresas B, si no que también sirve para empezar a hacernos las preguntas “difíciles” respecto a los diversos impactos que puede traer nuestro modelo de negocios en diversos ámbitos de nuestra sociedad.
Muy importantes son, también, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU, que actúan como un marco de referencia para que las organizaciones avancen de forma sostenida en cambios con impacto. Sus 17 objetivos fueron desarrollados con metas específicas que se hacen cargo de desafíos globales que hoy son considerados evidentes para la gestión de la sostenibilidad, tales como la pobreza, el cambio climático, la afectación medioambiental, la paz y la justicia, entre otros. Usarlos como guía para orientar los esfuerzos de las compañías es un excelente punto de partida, y uno, además, validado por organismos internacionales. Son miles de empresas las que están orientando sus esfuerzos a través de esta metodología, acá en Chile muchas de ellas están agrupadas y ayudadas bajo el alero de la iniciativa Pacto Global Chile, con notables resultados.
Sea cual sea el camino que se tome, medir la sostenibilidad requiere, además, de un proceso de profunda reflexión por parte de las organizaciones. Esto, ya que una correcta estrategia de sostenibilidad, es aquella que realmente genera valor para la empresa y la sociedad, debe estar anclada al core de su negocio y deberá contar con un permanente cuestionamiento sobre si se está avanzando en la línea correcta. Solo así se podrán generar cambios relevantes que aseguren que la sostenibilidad no sea solo una promesa, sino una realidad.