Por Javiera Cardemil, Empresas Iansa.
Hace algunas semanas, los líderes mundiales que participaron en la COP29 llegaron a un texto con definiciones: propusieron una meta de 300 millones de dólares anuales para el combate de la crisis climática, de aquí a 2035. Las expectativas de la cumbre que se celebró en Bakú eran altas, y la denominaron la COP “de las finanzas”.
En el encuentro se celebró el primer “Día de la Digitalización” y se escribió la “Declaración sobre Acción Digital Verde”, que recibió el apoyo de más de 1.000 gobiernos, empresas y organizaciones. Se trata de un documento en el que se propone, entre varios objetivos, aprovechar las tecnologías y herramientas digitales para la acción climática, crear infraestructuras digitales resilientes y promover la inclusión y la alfabetización digitales.
También, se instauró el Diálogo de Bakú sobre el Agua para la Acción Climática, liderado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Entendiendo que el ciclo del agua está fuera de control, errático, impredecible y extremo, según la misma OMM, los compromisos son: promover el diálogo entre países a nivel internacional, regional, fluvial y de cuencas; fortalecer la generación de evidencia científica al respecto y mejorar las acciones políticas relacionadas con el agua y el cambio climático.
Y Chile no se quedó atrás en este encuentro global. Científicos de la Universidad de Talca llevaron un sistema para degradar contaminantes orgánicos en el agua, como antibióticos residuales, mientras que desde el Gobierno, la ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas, presentó un programa para gestionar de forma más efectiva los residuos orgánicos y así reducir las emisiones de gas metano.
En esta instancia pudimos saber qué está haciendo el mundo por el cambio climático, pero la “COP de las finanzas” fue lo que se robó el protagonismo y eso nos plantea grandes desafíos como partes interesadas. No podemos si no repensar en la responsabilidad del sector privado en este asunto. En un mundo globalizado, las empresas son actores relevantes que no pueden quedar fuera de la discusión, menos si se habla de cómo se van a financiar las inversiones.
Y todo esto en la antesala de la COP30 en Brasil el próximo año, que tiene los ojos del mundo encima. El gobierno Brasilero relevó esa instancia como una “oportunidad para evitar una ruptura irreversible en el sistema climático” en la cumbre del G-20. Ojalá le saquemos provecho y podamos adquirir compromisos robustos si de combatir la crisis climática se trata, ya que el desafío se hace urgente y debiera ser abordado de manera colaborativa entre el mundo público y privado.