Por Waldo Lama, Lider de Riego y Sostenibilidad Agroindustrial, Empresas Iansa.
Para una buena gestión del riego durante la época estival, es fundamental contar con información oportuna sobre la cantidad de agua que estará disponible para riego. En este contexto, es fundamental conocer la cantidad de precipitación caída; la acumulación de nieve durante los meses de invierno; los caudales provenientes de los ríos y la situación actual de los embalses.
En el mismo orden de ideas, existen años en que la disponibilidad del recurso hídrico es limitada, lo cual genera una competencia por el agua entre la agricultura, las comunidades rurales y las concesiones sanitarias. Sin duda, el agua para consumo humano debe ser la prioridad al momento enfrentar situaciones de restricción hídricas en el país, pero también se debe tener presente que se necesita agua para producir alimentos y desarrollar el sector agroalimentario, el cual es un sector importante que genera una gran cantidad de empleos directos e indirectos dentro de nuestro país.
En algún momento, el déficit hídrico ha llegado a ser tan severo que incluso ha generado un impacto en el sector energético, donde ha traído como consecuencia directa la racionalización del suministro de energía eléctrica en durante la época estival como por ejemplo en el año 1998.
Si nos avocamos a la situación puntual de este año (2024), los datos recopilados en la plataforma de la dirección general de aguas (DGA) sobre las precipitaciones caídas durante la temporada invernal (hasta el 26 de agosto), en la región del Maule se observa un déficit de las precipitaciones respecto a la misma fecha del año anterior y frente al promedio histórico (últimos 30 años), alcanzando valores máximos de -34% y -17% en la Estación Linares.
Por el contrario, la estación de Los Ángeles región del Biobío, presenta un superávit de precipitaciones respecto al año anterior y al promedio histórico, con un 67% y un 22%, respectivamente. Mientras que, en la región de Ñuble la estación Chillán presenta un 18% de superávit de precipitaciones respecto al año anterior, pero se mantiene en un déficit del 23% respecto al promedio histórico.
La seguridad hídrica del país es una preocupación constante que muchas veces se toma la agenda nacional. Sin embargo, queda la sensación que no se ha llegado a resolver de cómo se enfrentará este problema en el corto, mediano y largo plazo, puesto que muchas alternativas aún están en evaluación constante como la desalación, la recarga de acuífero y la construcción de embalses sin tomar una definición concreta de cual será el camino que caminaremos.
Si sumamos a esto que cada una de estas alternativas necesita de varios años antes de llegar a materializarse como por ejemplo los embalses que en promedio tardan más de 40 años entre la construcción de uno y otro implica que actualmente no tenemos opción alguna para resolver el problema para un periodo menor de tiempo.
Es preocupante pensar que al día de hoy dependemos en lo que respecta a nuestra seguridad hídrica, de riego plenamente de lo que la naturaleza nos depare en torno a la nieve y las precipitaciones que se registren en temporada invernal y que no tenemos muchas alternativas a las cuales recurrir en el evento que tengamos un año seco en el horizonte.