Por Gerónimo Arrieta, líder del segmento Healthcare para América Latina en Schneider Electric.
Recordar que la eventual crisis sanitaria de los meses de invierno fue anunciada en marzo o buscar responsabilidades que tendría la Unidad Centralizada de Camas de la red integrada de salud -tras conocerse las muertes de lactantes por el virus sincicial respiratorio los últimos días- es una respuesta natural y parte de la contingencia que deben enfrentar las autoridades.
Pero, ante estos escenarios también debemos mirar más profundo. Analizar cómo -en los momentos no críticos- trabajamos para tener un sistema de salud que garantice protección, continuidad y seguridad de tención a la población con innovación y nuevas tecnologías. En eso hay mucho por hacer.
Cuando se habla de evolución en el sector salud, no sólo debemos hablar de temas como la implementación de tecnologías disruptivas, 5G, inteligencia artificial, telemedicina, etc. También es importante, para la mejora del servicio asistencial, contar con una apropiada infraestructura hospitalaria que sostenga todo eso.
La clave es integrar. Porque si no logramos consolidar una convergencia en donde las diferentes áreas al interior de hospitales y clínicas se comuniquen con los encargados de su infraestructura y que ésta a su vez se comunique con los procesos clínicos, no va a ser posible que se aprovechen y ejecuten correctamente muchas de esas nuevas tecnologías.
Por ejemplo, la telemedicina. La telemedicina representa un avance importante en la evolución de la medicina, pero así mismo es un reto para la infraestructura, ya que todos los elementos que harán posible la evaluación médica a distancia son elementos electrónicos que requieren un respaldo en temas de calidad de la energía, procesamiento de datos y condiciones ambientales (humedad, temperatura).
La atención de calidad también descansa en los sistemas de climatización y ventilación, los cuales son responsables del 50% del consumo de energía eléctrica en clínicas y hospitales. Estos equipos no solo tienen la obligación de mantener la temperatura apropiada, sino también, permite realizar los cambios de aire necesarios para impedir contagios de cualquier índole, teniendo en cuenta que según un estudio de la Organización Mundial de la Salud el 8% de las personas que entran a un hospital con una enfermedad A, salen contagiadas con una enfermedad B, debido al mal uso del aire.
Tampoco hay mucha conciencia del alto índice en siniestros de fuego en hospitales que tenemos en toda América Latina. La distribución eléctrica de estas infraestructuras está en riesgo constante, porque sus máquinas están trabajando en el más alto nivel y consumiendo gran cantidad de electricidad siendo evidente que las personas no son conscientes de que la electricidad es una fuerza de la naturaleza que no es tan sencilla de controlar.
Las fallas en estos equipos o máquinas se pueden producir por diferentes causas, en la mayoría de las ocasiones se dan por situaciones mecánicas y no por errores humanos. Ante esto, la gran mayoría de estos lugares debería contar con un sistema de control y monitoreo, al que muchas veces no se le da el correcto uso, pues según declaraciones de los expertos, son plataformas subutilizadas, no prioritarias y -sobre todo- no integradas.
Cuando el sistema de salud colapsa ya es tarde para tomar estas medidas. Debemos trabajar con anticipación, cuando se inicia un proceso de diseño y construcción o modernización y tomar conciencia sobre la importancia de la infraestructura hospitalaria y cómo esta impacta de manera directa la seguridad y la satisfacción de los pacientes, así como también la continuidad del negocio.
Debemos medir y monitorear los diferentes recursos a los que tendrán acceso las personas, así mismo, complementándonos con herramientas de IA que permitan procesar de manera eficiente la data recopilada. Los hospitales y clínicas son organismos vivos en constante cambio, que requieren se les de toda la importancia del caso, pues de esta manera se prioriza siempre la vida de las personas.